La decisión de muchas personas de dejar las harinas como parte de una alimentación más equilibrada ha generado un amplio debate. Especialmente, sobre los efectos de estos alimentos en nuestra salud y cómo nuestro cuerpo reacciona ante este cambio.

En primer lugar, es importante aclarar que cuando se habla de «dejar las harinas», se refiere principalmente a eliminar o reducir el consumo de alimentos que contienen almidones. Como por ejemplo, el pan, las galletitas, las pastas, la papa, el maíz y sus derivados. También la batata, el arroz blanco, el azúcar y productos que contienen azúcar. Este cambio en la dieta está motivado por el estigma asociado a las harinas refinadas y la creencia de que su consumo puede ser perjudicial.

La Dra. Mónica Katz (MN 60.164), especialista en Nutrición y directora de la diplomatura de Obesidad en la Universidad Favaloro, destaca que actualmente se vive un fenómeno de «carbofobia». Es decir, donde se teme a los alimentos que contienen carbohidratos, como las harinas. Sin embargo, es importante recordar que los carbohidratos son el combustible del cuerpo y eliminarlos por completo de la dieta puede ser perjudicial.

La harina refinada, que alguna vez fue considerada superior a la harina integral, ha sido cuestionada en las últimas décadas. Principalmente, debido a que en su proceso de refinamiento se pierden gran parte de sus nutrientes. Esto provoca a problemas como el aumento del azúcar en sangre y la insulina. La falta de nutrientes y la displasia de la dieta hacia alimentos menos saludables.

Cómo reducir el consumo

No obstante, no es necesario eliminar todas las harinas de nuestra alimentación. Es más recomendable restringir el consumo de harinas blancas refinadas, que son las más procesadas, y optar por harinas integrales que conserven la fibra, las vitaminas y los minerales. Además, se pueden explorar alternativas como harinas de legumbres o frutos secos, que ofrecen opciones nutritivas y libres de gluten en la cocina.

Algunas opciones para reemplazar las harinas blancas son la harina de quinoa, rica en proteínas y antioxidantes; la harina de almendras, útil en dietas cetogénicas y sin gluten; la harina de trigo sarraceno, destacada por su aporte de fibra y proteínas; y la harina de arroz, ideal para personas con dietas sin gluten. La elección de la harina adecuada dependerá del tipo de preparación y las necesidades nutricionales de cada persona.