El análisis se desprende de un trabajo académico elaborado por el Centro de Estudios Tributarios (CET), de la Facultad de Ciencias Empresariales, de la Universidad Austral. “Si una empresa que opera en el país pagara todos los impuestos, es muy probable que no pueda seguir funcionando».

El texto explica que, comparado con los países de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos); Argentina se encuentra en el último puesto en términos de déficit fiscal y complejidad del sistema.

En el documento se lanzó un indicador de performance del sistema tributario argentino. Este se encuentra basado esencialmente en evaluar si se aportan recursos suficientes para financiar los gastos del Estado (suficiencia). Y también si se promueve la actividad económica (eficiencia); en términos de crecimiento, competitividad y productividad. Vale aclarar que el indicador tiene una periodicidad anual y una actualización de dos años atrás.

El trabajo resaltó que “la similitud de Argentina con los países avanzados se limita solo a los niveles de presión tributaria (alrededor del 30%), no así en la estructura”. Los principales impuestos priorizan la facilidad de cobro, “pero son altamente distorsivos destruyendo los incentivos a la inversión y el crecimiento. El IVA es el corazón del sistema, seguido por los Aportes y Contribuciones a la Seguridad Social; los impuestos provinciales (Ingresos Brutos), el Impuesto a las Ganancias y los Derechos de Exportación”.

En síntesis, la inflación no solo aumenta la presión tributaria, sino que también impide el desarrollo productivo. Esto produce una fuerte extracción de recursos desde el sector privado hacia el público. “Generando severas complicaciones económicas, además de afectar fundamentalmente a los sectores sociales más desfavorecidos con mayor pobreza y peor distribución del ingreso”, concluye el estudio.