El Centro de Estudios para la Producción (CEP XXI), dependiente de la Secretaría de Industria y Desarrollo Productivo, difundió nuevos datos oficiales para conocer mejor cuáles son las diferencias salariales entre los distintos sectores productivos de nuestro país. Desde octubre de 2022 que no se tenía información proveniente de este departamento ni datos específicos al respecto, al menos de carácter oficial.  

Esta medición tiene en cuenta los salarios brutos, es decir, sin los correspondientes descuentos que corresponden a trabajadores formales de empresas públicas y privadas.

En este sentido, el sector de petróleo y minería es el que registra mejores remuneraciones con sueldos brutos de $494.848. Luego, sigue el suministro de electricidad y gas, con salarios promedio de $339.502. Completan el podio las finanzas y seguros, con salarios brutos de $307.847.

La cara opuesta la presentan los correspondientes a los rubros de alojamiento y gastronomía, que ya en octubre del año pasado eran de $79.992 brutos, seis veces menos que los trabajadores del sector de petróleo y minería. A este le sigue el sector de enseñanza, con $87.278, y agro y pesca, con $105.327.

Desde la consultora Analytica, analizan que este panorama podría explicarse, a grandes rasgos, partiendo de tres ejes fundamentales: por un lado, “la productividad del trabajador, cuánto aporta en términos de su sector”. Por otra parte, “el poder de negociación sindical que tiene ese sector” y, en tercer lugar, la “calificación”. En este último, el economista Ricardo Delgado, miembro de la mencionada consultora, aporta el ejemplo de la construcción, donde afirma, que el promedio de trabajadores es de baja calificación.

Delgado además señala que un tema muy importante a considerar en el proceso de comparación de salarios y condiciones de sector, es el tema de la informalidad.

¿Qué ocurre con la vocación?

Para Andrés Hatum, profesor en Management y Organización en la Escuela de Negocios de la Universidad Di Tella (UTDT), la elección de una carrera o profesión (que en nuestro país generalmente ocurre aproximadamente a la edad de 17-18 años) rara vez es una elección personal propiamente dicha, ya que suele estar condicionada por temas como el mandato familiar, por ejemplo.

Y afirma que la vocación existe y es un factor preponderante para este tipo de decisiones, pero advierte que muchas veces esta puede no ir de la mano con una fácil, rápida o ganancial inserción en el mercado, tal como ocurre con las carreras artísticas, por ejemplo. “Si hay una vocación, hay que seguir la vocación, pero también entender las consecuencias que tiene la elección de la carrera”, indica.

Por otro lado, recomienda analizar cuál es el nivel de especialidad que se puede alcanzar. “Si uno entiende y sabe exactamente qué quiere hacer, buenísimo, porque la especificidad paga más en el mercado«. No obstante, también resalta que las oportunidades no se acaban para los indecisos: «Si, en cambio, no sabe bien lo que quiere, puede elegir una carrera como administración de empresas y luego especializarse en estudios de posgrado para tomar una definición”, concluye el especialista.