Desde hace varias semanas, Lionel Messi tenía más claro que iba a ser campeón de la Ligue 1, que su futuro como futbolista de club. El logro deportivo, que no le provocó ninguna explosión de júbilo tras el 1-1 ante Racing Strasbourg, se concretó este sábado. El próximo destino del argentino sigue en una nebulosa, que necesitará de más tiempo para despejarse.

A Messi le queda solo un partido vestido de jugador de PSG. El sábado próximo enfrentará a Clermont, en un Parque de los Príncipes que lleva más de un año sin ser afectuoso con él. Y poco más. Sus dos temporadas en PSG le sirvieron más para engrosar sus estadísticas personales, y alcanzar nuevos récords, que para sentirse integrado en un proyecto que lo hiciera feliz.

Estaba claro que no iba a vivir una experiencia similar a la del Mundial de Qatar, pero todo terminó siendo distante y hueco de emociones. Tanto que los expertos opinan que esta etapa de su carrera quedará como la opción que cubrió su repentina salida de Barcelona.

Al margen de que no hubo celebraciones en el estadio De la Meinau, Messi tampoco aparece en los festejos grupales en el vestuario. Tampoco en el viaje de regreso que publicaron algunos jugadores en las redes sociales. En su cuenta de Instagram no reflejó nada. No obedece a peleas ni conflictos con sus compañeros, sino a lo poco que lo movilizan la situación y el contexto. Con Kylian Mbappé logró una conexión futbolística que nunca se vio afectada por una lucha de egos, más allá de las susceptibilidades que pudo dejar la final del Mundial.